jueves, 28 de enero de 2016

 PAZ INFAME



Tú extrañas el país donde los vientos
arrancaron de cuajo los sueños verdecidos apenas,
donde las catedrales
de piedra y de pavor
desafiaban los siglos.


¡Oh las torres que hendían el aire casi duro
tres mil metros
sobre la cordillera de los Andes!
Ciudad entre la lluvia,


don su oculto pasado de barro y sangre turbia
rufianes llegados
desde Trujillo y Cáceres.
Aun siento el horror
del niño al mirar aquellas sombras
y las calles y todas las iglesias
de oro precioso, de granito,


mientras las casas de los hombres eran hechas de barro,
y llovía diez meses,
corría el agua
por quebradas hedientes, por las gargantas miles
cortadas casi a pico
-y los horribles dientes de la piedra-;
llovía todo el tiempo,


los árboles colgaban
como viejos abrigos
y eran todas las almas
donde ninguna estrella
podía reflejarse.



Tú has echado de menos
la ciudad a tres mil metros de altura,
mas no puedo culparte
porque tú la veías desde lo alto
y yo la contemplaba desde el vientre,

envuelto en ese olor de las orinas, del pasado.
las creencias.


o conocía a todos sus habitantes diarios,
sos feroces extremeños,
analfabetos, soñadores,
que luego mandarían levantar sus castillos
donde nunca vivieron, pues todos fueron muertos,
apedazados de distintos modos,


por obra de la sífilis,
o por sus enemigos,
simplemente olvidados, porque el sol de los páramos,
enfermo, calentaba mejor que en esas tierras
de Extremadura.


Yo no quiero volver a lomo de un caballo 
al Pasado misérrimo,
porque todos los seres de los Andes se mueven
con la cuidada lentitud
de los muertos.


El teatro de Tobar García no se ciñe a la técnica –revisar el análisis de Ricardo Descalzi- y, algunas de sus obras, basta leerlas, antes que verlas representadas, porque en sus diálogos fluye su pensamiento, su posición crítica, su visión del mundo, del hombre en cualquier condición es universal porque nunca escribió para un estrato, o desde una élite, su aporte a la literatura del continente está en que es honesta, clara, sin poses de vodevil que si bien parece renegar de su origen, no es más que la creación de un universo que se va ordenando con soltura “desde la comedia a la tragedia, pasando por el auto religioso a la escenificación heroica, expresándose en prosa o verso”. Su obra es cause que no se detiene. En La trilogía del mar (colección Antares, 1991), Luis Campos Martínez, en su estudio introductorio, cita al autor, quien nos permite atisbar su periplo por el mundo: Una gota de lluvia en la arena fue escrita en Playas de Villamil, Ave en la orilla en Cali y Guayaquil en 1964, en el mismo año, en Nueva York, Las ramas desnudas, corregida más tarde en Londres.
De escribir no se cansa Francisco Tobar García y sus obras se estrenan y triunfan, algunas, afuera, como es de esperarse, y adentro también, como es de dudarse. Qué duda cabe que este lector prolífico no se dejó arredrar por las malas influencias de los aires andinos, y con páramo y todo dio mucho de lo mejor de su literatura, desde el encierro. De sus autores predilectos nos habló bien su tía, y por su puesto sus amigos y más de un serio estudioso de la literatura ecuatoriana, porque muchos de los bromistas lo han dejado a medias como algún personaje suyo encerrado en un cuarto del Bronx, en Nueva York, sin esperanzas. Hoy el loco Tobar sigue en el exilio, huido de la ciudad maldita, no estará en el paraíso sino en el malecón guayaquileño, a pesar de lo kish, por el calor tropical y femenino.

miércoles, 27 de enero de 2016

En Los Ojos Vacíos de la Gente

Contenido de la Obra (Por Manuel Freire Heredia).- “Carmen, una mujer muy refinada y culta, a su regreso de Europa donde ha vivido mucho tiempo, no se adapta al ambiente de su pequeña ciudad. Hace amistad con el Dr. Yánez y recibe visitas de la “intelectualidad” del lugar representada en Susana y Miche (damas provincianas, conservadoras y fanáticas) y el poeta Velarde. En reuniones literarias Carmen lee sus poesías, las cuales no son bien acogidas por los pseudo intelectuales y mucho menos por el Cura Ricaurte. El espíritu superior, franco y liberal de Carmen provoca el odio de sus “amigas”, quienes la calumnian y se ensañan contra ella.
Es amenazada con excomunión y muerte. Mientras tanto, su esposo Mario ha sido asesinado, lo que afecta duramente a Carmen, quien pese al respaldo y apoyo de Yánez se siente completamente sola. Quema sus versos y acaba con su vida.”
La Producción dramática de nuestro país hasta el siglo XIX: Francisco Tobar García.

La Producción dramática de nuestro país hasta el siglo XIX se dividió en tres épocas para su mejor estudio, así tenemos la época precolombina, del cual queda solo la tradición y vestigios de transmisión oral puesto que no existen textos de la época; en la época colonial España estaba en su Época de Oro en el teatro con Lope de Vega, Calderón de la Barca y Tirso de Molina, sin embargo en nuestros territorios no existió una producción teatral digna de citarse, aunque hubo representaciones de la producción dramática española; finalmente en la época republicana la producción es relativamente abundante, destacando grandes escritores como Abelardo Moncayo, Julio Matovelle, Francisco Aguirre Guarderas y el maestro Juan Montalvo.
  FRANCISCO TOBAR GARCÍA (1928, Guayaquil)
           “¿el orgulloes camino de las ruinas?/
            ah las voces genuinas cantan solas,/suenan a paz
            y eternidad nunca conforme.
            me acusas de algo absurdo,
           de no pensar en el mañana, no levantar los muros
           de mi prisión, a la que llamarías con fervor altivo
           el hogar, me niego a ser raíces,
           ¡yo soy el vendabal,
            nunca las horas muertas, la baraja…”
          “en tal zozobra, cuando el ruido alcanza la forma amenazante,
           cualquier silencio se convierte en una voz remota   
           que refiere el pasado a su capricho,
           y es como si la naturaleza mismo no respirara,
           y atónita la sierva
           humilde en su cañiza
           se sacrificara por el bien de la tierra humillada…”
HOMENAJE A LORD DUNSANY

Amada, ven:
dispuesta está la mesa, por el rey presidida.
Los trasgos, inocentes,
merodean incrédulos, y el decorado espléndido
sirve a los fines del huésped extraño.

Tal vez, cuanto observamos
pueda ser irreal
- una página vieja por el viento arrancada.
En todo caso, y a la cabecera,
mi Lord sonríe, bondadoso toma
tu mano entre las suyas:


hace el papel del padre que ha ordenado
estos festejos
por ser tú la primera mujer de lejas tierras
que venciera el hechizo.

Quién sabe si en la aldea
donde el cura gobierna, lo puedan entender:
¡cómo el monarca
honre a la hija del Continente profanado,


una negra, si bien
ella viste la túnica
de la real nobleza,

de un color que realza su esbeltez de pantera!

Mas, para qué pensar en lo que digan
esas ancianas gordas,
arrepentidas meretrices.
En Elfos, tal el nombre
del país descubierto por Dunsany,


el tiempo debe ser una mentira,
pues no hay noches ni días,
tampoco un calendario donde se hallen marcados
los días de abstinencia
y los propicio
para la cópula.

Libre es en Elfos
la vida, y las bestias
corren ajenas
al rigor de las leyes.

Amada, ven y siéntate
junto al rey bondadoso que compara tu cuerpo
con la noche apacible
- estrellas son tus ojos
que la humildad enciende -,
mientras llega la música.
Los Esponsales 

Muy digno estaba el padre,
apenas sonriente, sentado en un rincón de privilegio,
la cachimba de barro entre los dientes,
que daba a las palabras rico aroma;
y la madre, ¡cuán bella, con su blusa de organza!


En verdad, era altivo,
magnífico, aquel hombre que la había engendrado,
y la madre opulenta, mucha cauta ternura,
la mirada mansísima,

después de haber traído muchos hijos al mundo,
siendo mi novia
la más esbelta y delicada
- y todo esto ocurría en el recinto,
donde aún se recogen mensajes de tambor,
cerca de la frontera.

Ante el silencio regio, ofrecí mi presente:
seis cabezas de armento, dos caballos de paso,
porque a la gente negra no se puede ofender,
y mi novia bien vale por lo menos un hato;
nueve cabras llevé
y un macho deslumbrante, cuya piel
parecía remedo del follaje
LAS MONTAÑAS AZULES

Aquí he llegado,
a la edad en que el hombre se detiene;

la cumbre entre la niebla es desafío

y debiera rendirme.
sin saber qué buscamos! Pero he aceptado el tiempo;

los árboles son sombras y las hojas
orecidas resbalan en la estación propicia.
A mi redor hay muerte, pero siento
que en mi espíritu nacen las primeras palabras,
las que nunca dijera porque ansiaba el olvido,
el camino más fácil.

Pocas fuerzas me quedan
la víspera del viaje a las montañas
que el azul más oscuro protegiera;
mas si ella está conmigo,
mejor dicho tan dentro, ¿cabe duda?

¡Entrambos hallaremos el sendero
pocas veces hollado pues la pereza nos retiene!
Elena dice entonces: “eres
el poeta desnudo que camina
con certeza plena de llegar a ser canto;

no cubrirá tu cuerpo losa alguna.
Tú morirás en mí, como has nacido”.
Las montañas azules,
en la profunda oscuridad, me llaman.

Si me soñaste,
y soñaba yo en ti desde la infancia,
lanzo al viento esta dicha inquebrantable:
porque somos mortales, merecemos el triunfo:
mañana serán nuestras la soledad, la altura.
¡Cansancio de buscar irrazonable mente tanto
Con el paso de los años, Francisco Tobar García fue perdiendo interés por la escritura teatral, aunque siguió cultivando la poesía e inició una brillante andadura narrativa que dio lugar a tres espléndidas novelas, en las que hizo gala de una prosa irónica y agresiva, plagada de grandes hallazgos humorísticos y enriquecida por una poderosa inventiva. Se trata de Pares o nones (Madrid: Ed. Planeta, 1979) -con la que obtuvo en España el Premio Marbella-, La corriente era libre (Bogotá: Ed. Paulinas, 1979) y Autobiografía admirable de mi tía Eduvigis (Quito: Ed. El Conejo, 1991), esta última considerada unánimemente por la crítica como su obra maestra, en la que se condensan lo más granado de su imaginación y los mejores efectos cómicos de su humor rabelaisiano. Narrador solvente donde los haya, cultivó también con singular acierto el género cuentístico, al que aportó una espléndida recopilación de relatos presentada bajo el epígrafe de Los quiteños (Quito: Ed. Central de Publicaciones, 1991)




Al tiempo que desplegaba esta intensa actividad poética -desarrollada, como se aprecia en las fechas de publicación de los poemarios recién citados, a lo largo de toda su vida-,Francisco Tobar y García atendía sus labores de docencia e investigación, escribía numerosos artículos publicados en periódicos y revistas de Ecuador y de otros países hispanoamericanos,redactaba enjundiosos ensayos centrados en temas literarios y cultivaba otros géneros creativos como el teatro y la prosa de ficción. Su afición por el Arte de Talía se forjó en sus primeros años como profesor en la Universidad Católica de Quito, donde entró en contacto con el colectivo Teatro Experimental y fundó, poco después, el Teatro Independiente, una agrupación que animó la escena ecuatoriana desde 1954 hasta 1970. En el seno de esta bulliciosa compañía, el autor quiteño desarrolló una importante labor como director teatral, aunque sobresalió principalmente por la escritura de una serie de obras que dieron un auge insospechado al teatro ecuatoriano contemporáneo. Entre estas piezas originales de Francisco Tobar García, cabe recordar las tituladas Las ramas desnudas, La dama ciega, Cuando el mar no existía y Las obras para el gusano, algunas de ellas impresas en dos recopilaciones de su quehacer dramático que vieron la luz bajo los títulos de Tres piezas de teatro (Quito: Ed. Casa de la Cultura, 1962) y Grandes comedias (Quito: Ed. Casa de la Cultura, 1981).

Tobar García, Francisco (1928-VVVV)

Poeta, dramaturgo, narrador, ensayista, periodista, crítico literario, diplomático y profesor universitario ecuatoriano, nacido en Quito en 1928. Autor de una intensa y variada producción literaria que progresa con brillantez y soltura por las modalidades genéricas más diversas, está considerado como una de las figuras más relevantes de la literatura ecuatoriana de la segunda mitad del siglo XX.


Humanista fecundo y polifacético, volcado desde su temprana juventud hacia el conocimiento de las Letras y el cultivo de la creación literaria, cursó estudios superiores en la Universidad Católica de Quito, de donde egresó con el grado de doctor en Literatura. Emprendió a partir de entonces una fructífera trayectoria docente que le condujo de nuevo hasta las aulas de su alma mater -aunque ahora en calidad de profesor-, y desde allí fue adquiriendo un merecido prestigio intelectual que, difundido por todos los países hispanoamericanos, le permitió impartir cursos, seminarios y conferencias como profesor invitado en la Universidad de La Plata (Argentina), en la Sorbona (París), en la Complutense (Madrid) y, entre otras, en las aulas superiores de la Universidad de Mérida (Venezuela). Afincado en Guayaquil, su talante abierto, extravertido y cosmopolita le impulsó a realizar numerosos viajes a lo largo de toda su vida, una veces por los citados motivos profesionales, otras por la curiosidad de conocer nuevas tierras, culturas y formas de vida, otras veces para asentarse durante largas temporadas en diversas ciudades europeas y americanas (así, v. gr., en Portugal y Chile), y en otras ocasiones, en fin, para ejercer las funciones que, en su condición de diplomático de carrera, le asignó el gobierno ecuatoriano en España, Haití y Venezuela.




En su faceta de escritor, Francisco Tobar García irrumpió en el panorama literario ecuatoriano de mediados del siglo XX con un poemario titulado Amargo (Quito: Ed. Presencia, 1951), opera prima que mereció los elogios de la crítica especializada y anunció la llegada de una nueva e inspirada voz lírica cargada de resonancias culturales y caracterizada, en su plano formal, por un sobrio y depurado hermetismo que acentuaba la independencia y originalidad del poeta quiteño respecto a la lírica ecuatoriana del momento. Esta buena impresión causada por su primera colección de versos se vio luego confirmada por la aparición de otros poemarios tan notables como Segismundo y Zalatiel (Quito: Ed. Presencia, 1952), Naufragio y otros poemas(Quito: Ed. Casa de la Cultura, 1962), Dhanu (Madrid: Oficina de Educación Iberoamericana, 1978) y Ebrio de eternidad (Quito: Ed. Banco Central de Ecuador, 1992), en los que pueden leerse versos de tan bella factura como éstos: "Antes de comenzar el día, / cuando el último río de la noche / desemboca en una mar como el silencio / y queda el mundo suspendido, / como si un Dios enfermo, con los brazos / de un niño, contemplase aquel milagro / y, jugando con él, viera en el mundo / sólo una forma / -esa marea de dolor, de renovada / furia o deseo, mientras nada cesa- / en la agonía, en la renunciación, / puede caber aún este milagro: / un alma que otra vez se yergue / atónita a mirar la selva espléndida, / porque es probable que el amor exista [...]" ("Scorpio").